Sinfonía No. 5 (Do Menor, Op. 67) Ludwig van Beethoven! Descargar


La Sinfonía Nº 5 en do menor, op. 67, de Ludwig van Beethoven fue compuesta entre 1804 y 1808. Esta sinfonía es una de las composiciones más populares y conocidas de la música clásica y una de las sinfonías más interpretadas. Consta de cuatro movimientos: empieza con un allegro de sonata, continúa con un andante y finaliza con un scherzo ininterrumpido, que comprende las dos últimas partes. Desde su estreno en el Theater an der Wien de Viena el 22 de diciembre de 1808, dirigida por el compositor, la obra adquirió un notorio prestigio, que aún continúa en la actualidad. E. T. A. Hoffmann describió la sinfonía como «una de las obras más importantes de todos los tiempos». En España se estrenó la noche del 19 de diciembre de 1838, en el Teatro de Madrid, y un mes más tarde en el Liceo de Barcelona. La sinfonía, y este motivo en particular, son conocidísimos mundialmente, apareciendo frecuentemente en la cultura popular, con nuevas interpretaciones en otros géneros, tales como la música disco y el rock and roll, y también con apariciones en películas y la televisión.

La Quinta Sinfonía tuvo un largo proceso de maduración. Los primeros esbozos datan de 1804 tras haber acabado la Tercera Sinfonía. Sin embargo, Beethoven debía interrumpir su trabajo en la Quinta para preparar otras composiciones, incluyendo la primera versión de Fidelio, la Sonata para piano Appassionata, los cuartetos de cuerdas Rasumovsky Op. 59, el Concierto para violín, el Concierto para piano n.º 4, la Cuarta Sinfonía y la Misa en do mayor. La preparación final de la Quinta Sinfonía, que tuvo lugar entre 1807 y 1808, fue llevada en paralelo con la Sexta Sinfonía, que fueron estrenadas en el mismo concierto.

Cuando Beethoven la compuso ya estaba llegando a los 40 años, su vida personal estaba marcada por la angustia que le causaba el aumento de su sordera; pese a esto, había entrado ya en un imparable proceso de “furia creativa”. Europa estaba marcada decisivamente por las guerras napoleónicas, la agitación política en Austria y la ocupación de Viena por las tropas de Napoleón en 1805.
La obra fue estrenada el 22 de diciembre de 1808 en el Theater an der Wien en un monumental concierto de cuatro horas que consistía exclusivamente en estrenos de Beethoven, y que fue dirigido por el mismo Beethoven. Las dos sinfonías aparecieron en el programa nombradas al revés del orden por la cual las conocemos hoy: la Sexta fue la primera y la Quinta apareció en la segunda mitad. La obra fue publicada por Breitkopf & Härtel: las partes de la obra en abril de 1809 y la partitura en 1820. La partitura autógrafa fue regalada en 1908 por la familia de Felix Mendelssohn a la Biblioteca Estatal de Prusia (Preußische Staatsbibliothek) en Berlín en donde se conserva en la actualidad (ahora Staatsbibliothek zu Berlin). La obra fue comisionada por el conde Franz von Oppersdorff en junio de 1807, complacido por la Sinfonía n.º 4 que también había encargado. Le pagó en total 500 florines, primero un adelanto de 200 y el resto en noviembre de 1808, cuando Beethoven le entregó la partitura completa, y le otorgó el uso exclusivo por seis meses. Sin embargo, dedicó la sinfonía a dos de sus patrones y amigos, al príncipe Joseph Franz von Lobkowitz y al entonces conde Andrey Razumovsky. Oppersdorff no volvió a comisionar más obras a Beethoven.

Hubo poca respuesta crítica en el estreno, que tuvo lugar en condiciones adversas. La orquesta no tocó bien, sólo tenía un ensayo antes del concierto, y en un punto, debido a un error de uno de los músicos en la Fantasía coral, Beethoven tuvo que detener la ejecución y comenzar de nuevo. El auditorío era muy frío y la longitud del programa terminó por agotar al público. Sin embargo, un año y medio después, otra ejecución generó una crítica entusiasta de E.T.A. Hoffmann en el Allgemeine Musikalische Zeitung. Describió la música con imágenes dramáticas: "Luces radiantes son lanzadas hacia la profunda noche de esta zona, y entonces advertimos en las sombras gigantescas que, oscilando hacia adelante y hacia atrás, se acercan hacia nosotros y destruye todo lo que hay dentro de nosotros excepto la angustia del eterno anhelo - un anhelo que en cada placer que surge en sonidos jubilosos termina por hundirse y sucumbir. Sólo a través de este dolor, que, mientras va consumiendo mas no destruyendo al amor, a la esperanza y la alegría, intenta hacer estallar nuestros pechos con un lamento total lleno de voces de todas las pasiones, y vive en nosotros y somos cautivados por los guardianes de los espíritus."

En un ensayo titulado La música instrumental de Beethoven, escrito en 1813, E.T.A. Hoffmann recalcó todavía más la importancia de la sinfonía: "¿Puede haber alguna obra de Beethoven que confirme todo esto a un mayor grado que su indescriptiblemente profunda y magnífica sinfonía en do menor? ¡Cómo esta maravillosa composición, en un clímax que sube sin cesar, lleva al oyente imperiosamente para entrar en el mundo de los espíritus infinitos!... No hay duda de que todo se precipita como una ingeniosa rapsodia según muchos, pero el alma de cada oyente reflexivo seguramente fue movida, y muy íntimamente, por un sentimiento que no es otro que el anhelo portentoso indecible, y hasta el acorde final - de hecho, incluso en el momento que le siguen- que será incapaz de salir de ese mundo espiritual maravilloso, donde el dolor y la alegría lo abrazan en forma de sonido. La estructura interna de los movimientos, su ejecución, su instrumentación, la forma en que se suceden uno y otro - todo lo que entre los temas que genera la unidad, que solo tiene el poder para mantener al oyente firmemente en un estado de ánimo interior. Esta relación es a veces clara para el oyente cuando escucha en la conexión de dos movimientos o descubre el bajo fundamental en común, una relación más profunda que de no revelarse de este modo habla en otras ocasiones sólo de mente a mente, y es precisamente esta relación que imperiosamente proclama la libre posesión de un genio del maestro."



La sinfonía pronto adquirió la condición de pieza central en el repertorio. Como emblema de la música clásica, la Quinta fue tocada en los conciertos inaugurales de la Orquesta Filarmónica de Nueva York el 7 de diciembre de 1842 y en el de la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos el 2 de noviembre de 1931. En Latinoamérica el concierto inaugural de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú en 1938 en el Teatro Municipal de Lima, bajo la dirección de Theo Buchwald incluyó esta obra. Marcando un punto de quiebre tanto por su impacto técnico como emocional, la Quinta ha tenido una gran influencia en los compositores y los críticos musicales,8 y ha inspirado la obra de compositores tales como Johannes Brahms, Piotr Ilich Chaikovski (en particular en su Sinfonía n.º 4), Anton Bruckner, Gustav Mahler y Hector Berlioz. La Quinta permanece junto a la Tercera y Novena sinfonías como la obra más revolucionaria de Beethoven.

Al motivo inicial a veces se le ha acreditado el significado simbólico de la representación de «el Destino que toca a la puerta». Esta idea viene del secretario y fáctotum Anton Felix Schindler que, muchos años después de la muerte de Beethoven, escribió: «El mismo compositor proporcionó la clave a estos profundos temas cuando un día, en la presencia del que escribe, señaló el principio del primer movimiento y expresó con estas palabras la idea fundamental de su trabajo: "¡Así el destino toca a la puerta!"».

El testimonio de Schindler con respecto a cualquier pasaje de la vida de Beethoven es desacreditado por los expertos (se cree que agregó líneas en sus libros de conversación). Por otra parte, a menudo se comenta que Schindler dio una opinión muy romantizada del compositor. De este modo, aunque no podemos saber si Schindler realmente inventó esta cita, hay una fuerte probabilidad que así sea. Hay otra historia referente al mismo motivo; la versión que se da aquí proviene de la descripción de la sinfonía de Antony Hopkins (véase las referencias abajo). Karl Czerny (el alumno de Beethoven, que estrenó el Concierto "Emperador" y famoso autor de estudios pianísticos) dijo que «el pequeño diseño musical le había venido [a Beethoven] del canto de un escribano cerillo, que oyó mientras caminaba por el Prater en Viena». Hopkins luego remarca que «dada la opción entre un escribano cerillo y el-destino-que-toca-a-la-puerta el público ha preferido el mito más dramático, aunque lo que nos cuenta Czerny es demasiado poco probable que haya sido inventado».

Las evaluaciones en torno a estas interpretaciones tienden para ser escépticas. «La leyenda popular de que Beethoven pensó este magnífico exordio de la sinfonía para sugerir a “el Destino que toca a la puerta” es apócrifa. El alumno de Beethoven Ferdinand Ries realmente fue el autor de esta supuesta exégesis poética, que Beethoven recibió muy sarcásticamente cuando Ries se la contó. Elizabeth Schwarm Glesner comenta que «Beethoven era conocido por decir casi cualquier cosa “importante” para los parásitos que preguntaban»; esto se puede tomar para impugnar ambas historias.
La tonalidad de la Quinta Sinfonía, do menor, se considera frecuentemente como una tonalidad especial para Beethoven, específicamente «una tonalidad tempestuosa y heroica». Beethoven escribió en do menor varias obras cuyo carácter es bastante similar al de la Quinta Sinfonía.









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